La guerra comercial acaba de tocar la puerta de millones de mexicanos que dependen del mercado de refacciones para mantener sus vehículos en funcionamiento. México está preparando aranceles de entre 10% y 50% para autopartes importadas de países sin tratados comerciales, una medida que apunta directamente al gigante asiático que ha conquistado el segmento más accesible del aftermarket automotriz.
La Secretaría de Economía lanzó hace tres semanas una propuesta que pone en jaque al mercado de componentes “Made in China”. Mientras el gobierno promete impulsar la producción nacional a través del Plan México, la realidad es que esta decisión dividió aguas entre quienes celebran la protección a la industria local y quienes advierten sobre un golpe directo al consumidor final.
Lo que comenzó como un listado preliminar de fracciones arancelarias ahora se encuentra en un proceso de negociación intenso. Gabriel Padilla, director de la Industria Nacional de Autopartes (INA), confirmó que llevan tres rondas de revisión con las autoridades para determinar exactamente qué componentes se verán afectados. La promesa oficial es clara: las plantas de manufactura que ensamblan vehículos nuevos no sentirán el impacto. El objetivo real es el aftermarket, ese universo paralelo donde los talleres mecánicos y los consumidores buscan piezas para mantener funcionando los más de 50 millones de vehículos que circulan en el país.
Aranceles de México a China
China se ha posicionado como el segundo proveedor más importante de autopartes para México, concentrando 18% del total de componentes importados, solo detrás de Estados Unidos. Este dominio no es casualidad: durante años, los fabricantes chinos encontraron en el mercado mexicano un terreno fértil para sus productos genéricos de bajo costo, ganando la preferencia de consumidores que priorizan precio sobre marca.
La propuesta arancelaria representa un giro estratégico en la política comercial mexicana. Los vehículos provenientes de Asia ya pagaban un arancel de 20%, pero ahora México planea elevarlos hasta el 50%, el máximo permitido por la Organización Mundial del Comercio. Esta escalada no es solo simbólica: busca reconfigurar completamente las reglas del juego en un sector donde China había logrado ventajas competitivas aparentemente insuperables.
Carlos Castillo, director general de Industrias Pesadas y Alta Tecnología de la Secretaría de Economía, intentó calmar las aguas en un encuentro con inversionistas organizados por Citi. Su mensaje fue directo: las piezas importadas para plantas de manufactura permanecerán exentas de aranceles. El golpe está diseñado para impactar específicamente las importaciones destinadas al mercado de repuestos, donde la competencia china ha sido dominante.
La medida encuentra respaldo en organismos como la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), que ve en estos aranceles una oportunidad para fortalecer las cadenas de valor regionales. Desde su perspectiva, décadas de inversión y desarrollo de capacidades productivas merecen protección ante productos que llegan con precios que, según arguyen, no reflejan costos reales de producción.
Refacciones chinas para autos
El verdadero campo de batalla está en los talleres mecánicos, distribuidoras y tiendas de autopartes que abastecen al consumidor promedio. La Asociación Nacional de Representantes, Importadores y Distribuidores de Refacciones y Accesorios para Automóviles (ARIDRA) no ocultó su preocupación: anualmente se importan alrededor de 8,000 millones de dólares en refacciones desde China, una cifra que representa casi una cuarta parte del mercado total de aftermarket valuado en 33,000 millones de dólares.
La ecuación es simple pero dolorosa: cualquier incremento arancelario viaja directo por la cadena de suministro hasta aterrizar en el precio final que paga quien necesita reparar su vehículo. ARIDRA advirtió que esto no solo afectará a las familias mexicanas que luchan por mantener sus autos funcionando, sino que podría tener consecuencias no deseadas: el fortalecimiento del mercado informal, el contrabando y la proliferación de piezas de calidad todavía más dudosa.
La paradoja es evidente. Mientras el gobierno busca proteger a los fabricantes nacionales de autopartes con capacidades productivas robustas, millones de mexicanos podrían verse orillados a buscar alternativas en la economía informal para seguir circulando. El dilema entre protección industrial y accesibilidad para el consumidor no tiene respuestas fáciles.
Gabriel Padilla, desde la INA, mantiene una postura optimista: “Hay apertura de la Secretaría de Economía para continuar con la revisión y no poner fracciones arancelarias donde se tenga más afectación que protección”. El proceso de depuración, insiste, busca un equilibrio donde las empresas que han invertido seriamente en México encuentren protección sin generar disrupciones masivas en el mercado.
La realidad es que esta batalla apenas comienza. La propuesta todavía está en fase de diseño y las conversaciones entre autoridades e industria continúan. Pero algo ya quedó claro: el modelo que permitió durante años acceder a refacciones chinas baratas está siendo cuestionado desde sus cimientos.
Para los talleres mecánicos que han construido su negocio ofreciendo reparaciones accesibles gracias a componentes genéricos, el panorama luce complicado. Para los distribuidores que importan miles de millones en productos desde China, las reglas del juego están cambiando. Y para los millones de mexicanos que dependen de esas refacciones para mantener funcionando sus vehículos, la pregunta no es si los precios subirán, sino cuánto.
El debate entre protección industrial y bienestar del consumidor está servido. México apuesta por fortalecer su cadena de valor automotriz, pero el costo de esa apuesta todavía está por definirse. Lo que es seguro es que la próxima vez que alguien necesite una refacción para su auto, es posible que descubra que el precio ya no es lo que solía ser.