El océano Pacífico mexicano está a punto de vivir su transformación más radical en décadas. No se trata simplemente de ampliar muelles o comprar equipos nuevos: es un cambio completo en la escala y la filosofía de cómo opera el comercio marítimo. Los megabuques que comenzarán a llegar masivamente hacia 2026 no son versiones más grandes de los barcos actuales; son verdaderas ciudades flotantes que miden más de 400 metros de largo y pueden transportar hasta 24,000 contenedores en un solo viaje.
Esta transformación está ocurriendo en Manzanillo, el puerto que ya maneja el 42% de toda la carga contenerizada del país y casi el 60% de todo lo que entra por el Pacífico mexicano. Durante 2024, alcanzó una cifra histórica de 3.9 millones de TEUs, consolidando su posición como la puerta de entrada más importante de México. Pero las cifras solo cuentan parte de la historia: detrás de estos números hay un ecosistema completo que está evolucionando para manejar una complejidad operativa sin precedentes.
La llegada de estos gigantes del mar no es una decisión aislada de un puerto ambicioso. Es parte de una tendencia global donde las navieras concentran cada vez más carga en menos escalas, buscando eficiencia extrema. Cada megabuque que atraca descarga en pocas horas lo que antes llegaba distribuido en varios barcos durante días. Esto significa menos viajes, menos consumo de combustible, menores costos operativos, pero también una presión logística monumental en tierra.
Para entender la magnitud del cambio, basta observar la inversión que está realizando CONTECON, la empresa que opera la Terminal Especializada en Contenedores II. Más de 300 millones de dólares se están destinando a infraestructura capaz de recibir y procesar estos colosos marítimos. Dos grúas pórtico de 60 metros de altura, las más altas de todo el continente americano, ya están operando junto con cuatro grúas híbridas que reducen el consumo de combustible en más del 50%.
José Antonio Contreras, CEO de CONTECON Manzanillo, tiene claro el objetivo: alcanzar 1.5 millones de TEUs este año y llegar a 2 millones para 2026. Suena ambicioso hasta que consideras que el crecimiento en importaciones ya supera el 9% anual y las exportaciones están creciendo más del 13%. No es expansión por capricho; es respuesta a una demanda real y creciente.
El puerto de Manzanillo no llegó a esta posición por casualidad. Su importancia radica en una combinación única de factores estratégicos que lo hacen indispensable para la economía mexicana. Es el conector vital con Asia, recibiendo el 70% de todas las importaciones que llegan desde China, Japón, Corea y otros países de la Cuenca del Pacífico. Cada televisión, cada componente electrónico, cada pieza industrial que viene del gigante asiático tiene una probabilidad altísima de haber pasado por estos muelles.
Pero su relevancia va más allá del comercio exterior. El puerto abastece directamente a las regiones del centro y el Bajío, territorios que generan más del 67% del Producto Interno Bruto nacional. A nivel local, representa el 34% de toda la economía de Colima y ha impulsado un crecimiento del 70% en el sector logístico y de transporte durante la última década. Cada contenedor que entra o sale de Manzanillo tiene un efecto multiplicador en empleos, servicios y desarrollo económico.
Arribo de buques a Manzanillo
La preparación para recibir megabuques va mucho más allá de construir grúas más altas. Implica rediseñar completamente la operación portuaria para manejar picos de actividad extremadamente intensos. Cuando uno de estos gigantes llega, puede descargar hasta 20,000 contenedores en una sola escala. Eso significa que en cuestión de 24 a 36 horas, el puerto debe procesar, almacenar y comenzar a despachar hacia el interior del país una cantidad de mercancía que antes se distribuía a lo largo de una semana.
La infraestructura actual de Manzanillo incluye 19 posiciones de atraque distribuidas entre 14 empresas operadoras especializadas. Cada una cumple una función específica en este complejo ecosistema logístico. CONTECON y SSA México lideran el manejo de contenedores, pero el puerto también cuenta con terminales especializadas en graneles agrícolas, minerales, productos refrigerados, hidrocarburos e incluso turismo de cruceros.
La eficiencia alcanzada es impresionante: 120 movimientos por hora por buque, un estándar de clase mundial que coloca a Manzanillo entre los puertos más competitivos no solo de México, sino de toda América Latina. Esta velocidad operativa es crucial porque cada hora que un megabuque permanece atracado representa costos enormes para las navieras. La competitividad del puerto se mide tanto en su capacidad como en su agilidad.
Las nuevas grúas no son solo más altas; son más inteligentes. Los sistemas automatizados permiten operaciones más precisas, reducen tiempos muertos y minimizan errores humanos. La incorporación de tecnología híbrida no es solo un gesto ambiental: es una ventaja operativa real. Menor consumo de combustible significa costos operativos más bajos y menor dependencia de variables externas como el precio del diésel.
La Fase 3B de expansión ya está parcialmente operativa, con componentes críticos de muelle y patio funcionando a plena capacidad. Una vez completada, se activará inmediatamente la Fase 4, un proyecto ya aprobado que forma parte del plan maestro de crecimiento. No hay pausas en esta carrera por mantenerse a la vanguardia. El comercio global no espera y las navieras eligen escalas basándose en eficiencia, capacidad y confiabilidad.
Manzanillo operará múltiples megabuques simultáneamente
La relación entre los megabuques y Manzanillo está transformando las rutas comerciales entre Asia y México. Las navieras están rediseñando sus servicios transpacíficos para privilegiar escalas únicas de alto volumen en lugar de múltiples paradas pequeñas. Esto convierte a Manzanillo en lo que los especialistas llaman un “puerto gateway”: una puerta de entrada concentrada que maneja volúmenes masivos con máxima eficiencia.
Esta concentración trae ventajas evidentes pero también desafíos monumentales. El hinterland, esa red de carreteras, ferrocarriles y centros de distribución que conecta el puerto con el resto del país, enfrenta una presión sin precedentes. Los picos de carga son más intensos, los tiempos de respuesta deben ser más cortos, y la coordinación entre todos los actores de la cadena logística se vuelve absolutamente crítica.
Aquí es donde la inversión en infraestructura terrestre se vuelve tan importante como la inversión portuaria. De nada sirve poder descargar 20,000 contenedores en 24 horas si después esos contenedores se quedan atrapados en el puerto esperando camiones o vagones de tren. La fluidez de toda la operación depende del eslabón más débil de la cadena.
CONTECON ha puesto especial énfasis en la sostenibilidad de sus operaciones. Más allá de las grúas híbridas, la terminal cuenta con certificación ISO 14064 de Carbono Neutro, una distinción que pocos puertos en el mundo pueden presumir. Las iniciativas sociales como la Carrera con Causa, el apoyo al Teletón y programas de becas escolares demuestran un compromiso con la comunidad que va más allá del balance financiero.
El impacto de esta transformación se extiende incluso a Lázaro Cárdenas, el otro gran puerto del Pacífico mexicano. Contrario a lo que podría pensarse, no se trata de una competencia de suma cero donde el crecimiento de uno significa el declive del otro. En realidad, está ocurriendo una especialización progresiva. Manzanillo se consolida como el puerto comercial por excelencia, enfocado en importaciones de alto volumen desde Asia. Lázaro Cárdenas, con su calado natural profundo y su conectividad ferroviaria superior, se especializa cada vez más como hub industrial, particularmente fuerte en automotriz y siderurgia.
Esta complementariedad es clave para absorber el crecimiento proyectado del comercio exterior mexicano. El nearshoring está trayendo más manufactura al país, lo que significa más importación de componentes y más exportación de productos terminados. Ambos puertos serán necesarios, cada uno jugando su papel específico en un sistema logístico que debe funcionar como un reloj suizo.
La visión hacia 2026 es clara: Manzanillo operando múltiples megabuques simultáneamente, evacuando carga hacia el interior del país con velocidad sin precedentes, liderando en tecnología de gestión portuaria y manteniendo estándares ambientales de clase mundial. No es solo una expansión; es una evolución completa del modelo logístico que conecta a México con el mundo.
El Pacífico mexicano está cambiando, y Manzanillo está liderando ese cambio con infraestructura de última generación, visión estratégica y un compromiso inquebrantable con la eficiencia operativa.


