Glifosato, ¿cómo afecta la producción agrícola de nuestro país?

Primero, me parece importante definir qué es glifosato, para que se utiliza y por qué puede llegar a ser dañino para los productores y consumidores de alimentos. Es un herbicida de amplio espectro. El glifosato penetra los suelos y, de esta manera, llega incluso a presentarse en el agua que bebemos. Sus residuos también permanecen en los cultivos: el ser humano lo bebe y consume. ¿Esto en qué nos afecta?

            En varios estudios, se asegura que el glifosato es probablemente cancerígeno para los humanos y que afecta los ciclos hormonales de nuestro cuerpo; es decir, es tóxico para nuestra reproducción. En el 2015, la Organización Mundial de la Salud lo clasificó de esta manera y mencionó que, entre los principales grupos de riesgo, se encontraban aquellas personas dedicadas a la agricultura y sus familiares. Para el resto de la población, el consumo de alimentos rociados por glifosato es la principal vía de contacto con el químico.

            No afecta únicamente a nuestros cuerpos, también tiene impactos importantes y dañinos para el medio ambiente: contamina los suelos, el agua, y a distintos organismos vivos de vital importancia para mantener la fertilidad de la tierra. Mencioné antes que el glifosato es de amplio espectro: esto significa que no es selectivo y reduce la diversidad de vegetales y hierbas. Reducir la diversidad siempre es un problema: llega a afectar la cadena entera, incluyendo a los polinizadores. Ahora, ¿qué estamos haciendo en el país para la prevención de estos daños?

            El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) apuesta por una transición agroecológica en México. El decreto presidencial establece la sustitución gradual del glifosato, hasta su completa eliminación en el 2024. No sólo esto: también se pretende eliminar la producción de maíz transgénico. El uso de bioherbicidas mexicanos presentan mayor rendimiento y fortalecen las redes campesinas de nuestro país. También ofrecen nuevas opciones que no lastiman los ecosistemas ni sus suelos. Durante la presentación del plan, la bióloga María Elena Álvarez-Buylla presentó el camino que ha llevado el CONACYT para lograr la transición.

            Es importantísimo que un plan así se aplique en México, en donde se consumen aproximadamente medio kilogramo de maíz por persona diario. Según el artículo «Por qué decir NO al glifosato» publicado por la SEMARNAT el 20 de agosto del 2020, «las 10 millones de toneladas de maíz que se importan anualmente desde Estados Unidos deben usarse sólo para alimento de ganado o insumos industriales altamente procesados. Sin embargo, el 90.4% de las tortillas que se consumen en México contienen secuencias de maíz transgénico, lo mismo que el 82% de las tostadas, harinas, cereales y botanas de este grano.» Esto sucede por la contaminación entre cultivos. Lo preocupante de esta contaminación es que el maíz transgénico resiste plagas diferentes, y, por lo tanto, las plagas que trae consigo son muy distintas y dañinas para los cultivos nativos.

            En fin, estaremos atentos a las publicaciones del CONACYT con respecto a este tema. Cuidemos nuestros cultivos y apoyemos la producción de nuevos bioquímicos nacionales. Como dice la nueva campaña nacional: Sin Maíz No Hay País.

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