Del tren al puerto: El ambicioso plan intermodal de México

La gran apuesta de infraestructura que promete transformar la logística nacional

México está en una encrucijada logística crucial. La administración de Claudia Sheinbaum ha definido una estrategia para fortalecer la infraestructura y consolidar un modelo de transporte intermodal que conecte ferrocarriles, puertos y aeropuertos con una visión integradora. Este plan busca posicionar al país como un actor clave en el comercio internacional, aprovechando su ubicación estratégica bajo el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

Transporte intermodal en México: ¿qué significa realmente?

El transporte intermodal implica la combinación eficiente de distintos modos de transporte—ferrocarril, marítimo, aéreo y carretero—para trasladar mercancías de manera más rápida y económica. En el caso de México, la apuesta es ambiciosa: mejorar la conectividad entre regiones y facilitar el tránsito de bienes desde el sur hasta los mercados norteamericanos.

El Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) refleja esta intención, destinando una inversión de 149,000 millones de pesos al sistema ferroviario y 32,875.2 millones de pesos a la modernización de seis puertos estratégicos. Esta inversión no solo optimiza la competitividad nacional, sino que también responde a la creciente demanda de infraestructura para el nearshoring, impulsado por las tensiones comerciales entre EE. UU. y China.

Ventajas y desventajas del transporte multimodal

El transporte multimodal—que integra varios medios de traslado dentro de una misma cadena logística—tiene múltiples ventajas. Mayor eficiencia en costos, reducción de emisiones contaminantes y una mejor distribución del flujo de mercancías son algunos de los beneficios que México podría obtener si la apuesta se implementa correctamente.

Sin embargo, también enfrenta desafíos significativos. La ejecución dependerá de factores como el desarrollo tecnológico en logística, la modernización de infraestructuras clave y la colaboración público-privada. La falta de inversión aeroportuaria, por ejemplo, podría limitar el alcance del modelo intermodal, mientras que los costos de transporte interno continúan siendo elevados en comparación con otros países competidores.

Un reto de largo plazo con enormes expectativas

Sheinbaum ha dejado claro que esta apuesta no es solo una extensión de los proyectos previos, como el Tren Maya o el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, sino una redefinición de la movilidad nacional. La idea es crear un sistema que trascienda gobiernos y se convierta en una estrategia de desarrollo sustentable y de largo plazo.

Los especialistas coinciden en que, si México logra consolidar este modelo, podría cambiar drásticamente su posición en los mercados internacionales. La clave estará en garantizar que la ejecución sea eficiente y en atraer inversiones privadas para fortalecer la red logística.

La pregunta es: ¿será suficiente esta apuesta para transformar la infraestructura y lograr una integración real del comercio global? El futuro del transporte intermodal en México apenas comienza a escribirse.

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