El mundo del comercio internacional observa con preocupación cómo la escalada entre Irán e Israel se transforma en la pesadilla logística más temida del siglo XXI. El conflicto alcanzó su punto más álgido cuando Israel bombardeó instalaciones nucleares y militares en diversos puntos de Irán el 13 de junio de 2025, desencadenando una crisis que va mucho más allá de las fronteras de Medio Oriente.
La amenaza ya no es solo teórica. Por el estrecho de Ormuz cruza el 20% de suministro mundial de petróleo y del gas del planeta, convirtiendo este paso marítimo de apenas 160 kilómetros en el cuello de botella más crítico para la economía global. Las navieras internacionales ya sienten el impacto: aumentan los costos del transporte marítimo, se alteran rutas comerciales y crece la incertidumbre energética.
Guerra Israel-Irán: El tablero de ajedrez geopolítico
Irán anunció el lanzamiento de su novena oleada de ataques contra Israel, mientras que un importante hospital en el sur de Israel sufrió “daños extensos” por una oleada de misiles iraníes. Esta escalada no es casual ni improvisada; responde a décadas de tensión regional que ahora explota en el momento más delicado para las cadenas de suministro mundiales.
La proximidad de Donald Trump a la decisión de intervenir agrega una nueva dimensión al conflicto. EEUU ya está listo para unirse a Israel en su guerra contra Irán: sólo falta el ‘sí’ de Trump, lo que podría convertir una crisis regional en una confrontación global con consecuencias catastróficas para el comercio mundial.
Qué pasa entre Israel e Irán: El dominó logístico global
La respuesta está en los números que paralizan a los analistas financieros. El Estrecho de Ormuz permite el tránsito de 5.3% de la carga contenerizada del mundo y 16.8 millones de barriles diarios de petróleo, cifras que explican por qué cada hora de tensión se traduce en millones de dólares en pérdidas para la economía mundial.
El efecto dominó ya comenzó. Los mercados energéticos se tambalean ante la posibilidad de que Irán materialice su amenaza histórica de cerrar el estrecho. Esta localización no sólo lo convierte en un punto fundamental para la logística internacional, sino también en un enclave vital para el transporte marítimo global, especialmente para el tráfico de petróleo crudo y gas natural que alimenta las economías asiáticas y europeas.
Las navieras ya no pueden ignorar la realidad: siendo utilizado por alrededor del 30% del petróleo mundial, el Estrecho de Ormuz se ha convertido en el rehén geopolítico perfecto. El puerto de Jebel Ali en Emiratos Árabes Unidos, uno de los más importantes del mundo, enfrenta la posibilidad de un aislamiento que reverberaría hasta los puertos de Singapur, Shanghái y Rotterdam.
La crisis del Mar Rojo, que lleva 18 meses complicando las rutas marítimas por los ataques hutíes, palidece ante la magnitud de lo que podría ocurrir en el Golfo Pérsico. Mientras las compañías navieras luchan por encontrar rutas alternativas más largas y costosas, la amenaza de un cierre total del Estrecho de Ormuz representa el colapso definitivo de la arquitectura logística que sostiene el comercio global.
El Mediterráneo tampoco escapa a la crisis. El puerto de Haifa, estratégico para las operaciones israelíes, enfrenta interrupciones que afectan las conexiones con Europa, mientras que los costos de seguro marítimo se disparan ante la incertidumbre de una guerra que podría redefinir las rutas comerciales mundiales para las próximas décadas.
La pregunta ya no es si el conflicto Irán-israelí afectará la logística mundial, sino cuánto tiempo podrá resistir el sistema de comercio internacional antes de que las consecuencias se vuelvan irreversibles. Con cada día que pasa, la economía global se adentra más en territorio desconocido, donde las decisiones militares en Medio Oriente determinan el precio de los productos básicos en cualquier supermercado del mundo.